EL ANILLO
Maestro Vengo, porque me siento tan poca cosa que no
tengo fuerzas para hacer nada.
Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto.
Cómo puedo mejorar? Qué puedo hacer para que me valoren
más?
El maestro sin mirarlo, le dijo:
Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo
resolver primero mi propio problema.
Quizá después...- y haciendo una pausa agregó:
si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este
problema con más rapidez y después talvez te pueda ayudar.
E...encantado, -maestro- titubeó el joven, pero sintió
que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
Bien, asintió el
maestro. Se quitó el anillo del dedo pequeño, y dándoselo al muchacho, agregó:
toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado.
Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda.
Es necesario que obtengas la mayor suma posible, pero no
aceptes menos de una moneda de oro.
Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el
anillo y partió.
Apenas llegó,
empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún
interés, hasta que el joven decía lo que
pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos
reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para
explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un
anillo.
En afán de ayudar, alguien ofreció una moneda de plata y
una de cobre, pero el joven tenía instrucciones
de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba
en el mercado, más de cien personas, abatido por su fracaso montó su caballo y
regresó.
Cuánto hubiera
deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría entonces habérsela
entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir
entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
-Maestro- dijo - lo siento, no se puede conseguir lo que
me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo
que yo pueda engañar a nadie respecto al valor del anillo.
Que importante lo
que dijiste joven amigo, - contestó sonriente el maestro.
-Debemos saber primero el verdadero valor del anillo.
Vuelve a montar y vete al joyero.
Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él.
Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas.
Vuelve aquí con mi anillo. El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó
el anillo a la luz del candil con su lupa,
lo pesó y luego le dijo:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender YA,
no puedo dar más de 58 monedas de oro por su anillo 58 MONEDAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Exclamó el
joven.
Sí, replicó el joyero- yo sé que con tiempo podríamos
obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé.... si la venta es urgente....
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate- dijo el maestro después de escucharlo.
-Tu eres como este anillo: una joya, valiosa y
única. Y como tal, sólo puede revaluarte
un verdadero experto.
Qué haces pretendiendo que cualquiera descubra tu
verdadero valor? Y diciendo esto, volvió
a ponerse el anillo en el dedo pequeño.
Todos somos como esta joya, valiosos y únicos, y andamos por los mercados de la vida pretendiendo que gente inexperta nos valore.
Dedicado especialmente a mis amigos, que se esfuerzan día a día por pulir la joya
que son y descubrir su verdadero valor... a quienes realmente me valoran tanto
como yo a ellos....
EL ECO
Un padre y su hijo estaban
caminando en las montañas. De repente, el hijo se cayó, lastimándose, y gritó:
— ¡Aaaaaayyyy!
Para su sorpresa, oyó una voz que
repetía, en algún lugar de la montaña:
• ¡Aaaaaayyyy!
Con curiosidad, el niño gritó:
• ¿Quién
está ahí? Y recibió esta respuesta:
• ¿Quién
está ahí? Enojado, gritó:
• ¡Cobarde!
Y escuchó:
• ¡Cobarde!
El niño miró al padre y le preguntó: — ¿Qué sucede, papá? El hombre, sonriendo,
le dijo: —Hijo mío, presta atención —y gritó hacia la montaña—: ¡Te admiro!
Y la voz le respondió:
• ¡Te
admiro! De nuevo, el hombre gritó:
• ¡Eres
un campeón! Y la voz le respondió:
• ¡Eres
un campeón!
El niño estaba asombrado, pero no
entendía nada. Entonces el padre le explicó:
— La gente lo llama eco, pero en
realidad es la vida. Te devuelve todo lo que dices o haces.
Nuestra vida es simplemente un
reflejo de nuestras acciones. Si desea más amor en el mundo, cree más amor a su
alrededor. Si anhela felicidad, dé felicidad a quienes lo rodean. Si quiere una
sonrisa en el alma, dé una sonrisa al alma de las personas que conoce. Esto se
aplica a todos los aspectos de la vida. Ella nos da de regreso exactamente lo
que le hemos dado. Nuestra vida no es una coincidencia, sino un reflejo de
nosotros mismos.
LA PREGUNTA MÁS IMPORTANTE*
LA FELICIDAD ES EL CAMINO
LA RANITA SORDA *
LA GENTE QUE ME GUSTA*
FIJAR METAS ALTAS
Un maestro quería enseñarles una
lección especial a sus alumnos, y para ello les dio la oportunidad de escoger
entre tres exámenes: uno de cincuenta preguntas, uno de cuarenta y uno de
treinta. A los que escogieron el de treinta les puso una “C”, sin importar que
hubieran contestado correctamente todas las preguntas. A los que escogieron el
de cuarenta les puso una “B”, aun cuando más de la mitad de las respuestas
estuviera mal. Y a los que escogieron el de cincuenta les puso una “A”, aunque
se hubieran equivocado en casi todas.
Como los estudiantes no entendían
nada, el maestro les explicó: “Queridos alumnos: permítanme decirles que yo no
estaba examinando
* Contribución de Maythem Saltos Haón,
Club Rotarac Guayaquil Occidente, distrito 4400. Ecuador, 8 de septiembre de
2000.
sus conocimientos, sino su voluntad de
apuntar a lo alto”.
Cuando te apuntamos a lo alto,
estamos más cerca de nuestros sueños que si nos conformamos con pequeños
objetivos.
ASAMBLEA EN LA CARPINTERÍA
Hubo en la carpintería una extraña
asamblea; las herramientas se reunieron para arreglar sus diferencias. El
martillo fue el primero en ejercer la presidencia, pero la asamblea le notificó
que debía renunciar. ¿La causa? Hacía demasiado ruido, y se pasaba el tiempo
golpeando.
El martillo reconoció su culpa, pero
pidió que fuera expulsado el tornillo: había que darle muchas vueltas para que
sirviera de algo.
El tornillo aceptó su retiro, pero a
su vez pidió la expulsión de la lija: era muy áspera en su trato y siempre
tenía fricciones con los demás.
La lija estuvo de acuerdo, con la
condición de que fuera expulsado el metro, pues se la pasaba midiendo a los
demás, como si el fuera perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el
delantal e inició su trabajo, utilizando alternativamente el martillo, la lija,
el metro y el tornillo.
Al final, el trozo de madera se había
convertido en un lindo mueble. * Cuando la carpintería quedó sola otra vez, la
asamblea reanudó la deliberación. Dijo el serrucho: “Señores, ha quedado
demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras
cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestras
flaquezas, y concentrémonos en nuestras virtudes”. La asamblea encontró
entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba solidez, la lija
limaba asperezas y el metro era preciso y exacto. Se sintieron como un equipo
capaz de producir hermosos muebles, y sus diferencias pasaron a segundo plano.
MENSAJE
Cuando el personal de un equipo de trabajo suele
buscar defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En
cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás,
florecen los mejores logros. Es fácil encontrar defectos —cualquier necio puede
hacerlo—, pero encontrar cualidades es una labor para los espíritus superiores
que son capaces de inspirar el éxito de los demás.
LOS CIEN DÍAS DEL PLEBEYO
Una bella princesa estaba buscando
consorte. Nobles y ricos pretendientes llegaban de todas partes con
maravillosos regalos: joyas, tierras, ejércitos, tronos... Entre los candidatos
se encontraba un joven plebeyo que no tenía más riquezas que el amor y la
perseverancia. Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
—Princesa, te he amado toda la vida.
Como soy un hombre pobre y no tengo tesoros para darte, te ofrezco mi
sacrificio como prueba de amor. Estaré cien días sentado bajo tu ventana, sin
más alimentos que la lluvia y sin más ropas que las que llevo puestas. Esa será
mi dote.
La princesa, conmovida por semejante
gesto de amor, decidió aceptar:
* Walter Riso, ¿Amar o depender?
Contribución de Ricardo Cruz Gómez, Tampico, México.
—Tendrás tu oportunidad: si pasas esa
prueba, me desposarás.
Así pasaron las horas y los días. El
pretendiente permaneció afuera del palacio, soportando el sol, los vientos, la
nieve y las noches heladas. Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su
amada, el valiente súbdito siguió firme en su empeño sin desfallecer un
momento.
De vez en cuando la cortina de la
ventana real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, que con un
noble gesto y una sonrisa aprobaba la faena. Todo iba a las mil maravillas, se
hicieron apuestas y algunos optimistas comenzaron a planear los festejos.
Al llegar el día noventa y nueve, los
pobladores de la zona salieron a animar al próximo monarca. Todo era alegría y
jolgorio, pero cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo, ante la mirada
atónita de los asistentes y la perplejidad de la princesa, el joven se levantó
y, sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar donde había
permanecido cien días.
Unas semanas después, mientras
deambulaba por un solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le
preguntó a quemarropa:
—¿Qué te ocurrió? Estabas a un paso de
lograr la meta, ¿por qué perdiste esa oportunidad? ¿Por qué te retiraste?
Con profunda consternación y lágrimas
mal disimuladas, el plebeyo contestó en voz baja:
—La princesa no me ahorró ni un día de
sufrimiento, ni siquiera una hora. No merecía mi amor.
Cuando
estamos dispuestos a dar lo mejor de nosotros mismos como prueba de afecto o
lealtad, incluso a riesgo de perder nuestra dignidad, merecemos al menos una
palabra de comprensión o estímulo. Las personas tienen que hacerse merecedoras
del amor que se les ofrece.
COPOS DE NIEVE
Dos pájaros estaban posados sobre una
rama durante una nevada, y se pusieron a conversar:
—Dime, ¿cuánto pesa un copo de nieve?
— le preguntó el pájaro carbonero a la paloma salvaje.
—Casi nada —fue la respuesta.
—En tal caso, antes de irme déjame
contarte una maravillosa historia —replicó el carbonero. Al empezar este
invierno me posé sobre la rama de un abeto. No era un duro invierno, y como no
tenía otra cosa que hacer, me puse a contar los copos de nieve que se iban
asentando en las ramitas y en las hojas de mi tallo. Su número exacto fue
3.741.952. Cuando el último copo de nieve se depositó sobre la rama, sin que
nada pasara, esta se partió —dijo el pájaro, y se alejó volando.
* Joseph Jarowski, Sincronicidad. El
camino interior hacia el liderazgo. Barcelona, Paidós-Plural, 1999.
La paloma estuvo reflexionando un rato
sobre esa historia y por fin se dijo:
—Quizá sólo haga falta la voz de una
persona más para que la paz llegue al mundo.
Esta narración de Joseph
Jarowski nos sirve para reflexionar sobre el hecho de que el dirigente se
compone de una sama de valores y conductas que se acumulan e integran en un
todo denominado liderazgo hacia el servicio.
El relato es también
conveniente para señalar que todos podemos, de una manera u otra, construir
poco a poco y simultáneamente un liderazgo hacia la paz. Todos los copos suman:
los proyectos sociales, los foros sobre la convivencia, el ³ya no más´, las
diversas acciones tendientes a promover la tolerancia y el desarme de los
espíritus, los talleres de solidaridad, las acciones cívicas, las ONGs en lucha
por los derechos humanos...
Bajo esta nueva perspectiva,
sincronizar los anhelos con los medios y las acciones para la paz es crear una
sinergia de innegable impacto en la vida del país.
EL ÁRBOL DE MANZANAS*
Este era un enorme árbol de manzanas
al cual un niño amaba mucho. Todos los días jugaba a su alrededor, trepaba
hasta el tope, comía sus frutos y tomaba la siesta bajo su sombra. El árbol
también lo quería mucho.
Pasó el tiempo, el niño creció y no
volvió a jugar alrededor del árbol. Un día regresó y escuchó que este le decía
con cierta tristeza:
—¿Vienes a jugar conmigo?
Pero el muchacho contestó:
—Ya no soy el niño de antes que juega
alrededor de los árboles. Ahora quiero tener juguetes, y necesito dinero para
comprarlos.
—Lo siento —dijo el árbol—. No tengo
dinero, pero te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas; así podrás
comprar tus juguetes.
El muchacho tomó las manzanas, obtuvo
el dinero y se sintió feliz. También el árbol fue feliz, pero el muchacho no
volvió. Tiempo después, cuando regresó, el árbol le preguntó:
—¿Vienes a jugar conmigo?
—No tengo tiempo para jugar; debo
trabajar para mi familia y necesito una casa para mi esposa e hijos. ¿Puedes
ayudarme?
—Lo siento —repuso el árbol—. No tengo
una casa, pero puedes cortar mis ramas y construir tu casa.
El hombre cortó todas las ramas del
árbol, que se sintió feliz, y no volvió. Cierto día de un cálido verano,
regresó. El árbol estaba encantado.
—¿Vienes a jugar conmigo? —le
preguntó.
—Me siento triste, estoy volviéndome
viejo.
Quiero un bote para navegar y
descansar, ¿puedes dármelo? El árbol
contestó:
—Usa mi tronco para construir uno; así
podrás navegar y serás feliz.
El hombre cortó el tronco, construyó
su bote y se fue a navegar por un largo tiempo. Regresó después de muchos años
y el árbol le dijo:
—Lo siento mucho, pero ya no tengo
nada que darte, ni siquiera manzanas.
El hombre replicó:
—No tengo dientes para morder ni
fuerzas para escalar, ya estoy viejo.
Entonces el árbol, llorando, le dijo:
—Realmente no puedo darte nada. Lo
único que me queda son mis raíces muertas.
Y el hombre contestó:
—No necesito mucho ahora, sólo un
lugar para reposar. Estoy cansado después de tantos años...
—Bueno —dijo el árbol—, las viejas
raíces de un árbol son el mejor lugar para recostarse y descansar. Ven,
siéntate conmigo y descansa.
El hombre se sentó junto al árbol y
este, alegre y risueño, dejó caer algunas lágrimas.
Esta es la historia de cada
uno de nosotros: el árbol son nuestros padres. De niños, los amamos y jugamos
con ellos. Cuando crecemos los dejamos solos; regresamos a ellos cuando los
necesitamos,
o cuando estamos en problemas.
No importa lo que sea, siempre están allí pura darnos todo lo que puedan y
hacernos felices. Usted puede pensar que el muchacho es cruel con el árbol,
pero ¿no es así como tratamos a veces a nuestros padres7.
EL E-MAIL
Un hombre pierde su trabajo. Luego de
bus-car varios meses, se entera de que en Microsoft necesitan barrenderos. El
gerente de relaciones industriales le pregunta sus datos, lo observa barrer, lo
felicita y le dice: “El puesto es suyo. Déme su e-mail, para informarle el día
y la hora en que deberá presentarse”.
El hombre, desconsolado, contesta que
no tiene e-mail, y el gerente de relaciones industriales le dice que lo lamenta
mucho pero que si no tiene e-mail, virtualmente no existe, y que, como no
existe, no le puede dar el trabajo.
El hombre sale desesperado, no sabe
qué hacer y sólo tiene $250 en el bolsillo. Entonces decide ir al mercado de
abastecimiento de frutas y verduras y compra un cajón de tomates de 10 kg . Se va de casa en casa
vendiendo el kilo de tomates a $50. En menos de dos horas ha duplicado su
dinero; repite la operación otras tres veces, cena en un pequeño restaurante y
vuelve a casa con $150.
Se da cuenta de que de esa forma puede
sobrevivir, y cada día sale más temprano y vuelve más tarde. Así duplica,
triplica y hasta cuadriplica el dinero en un solo día. Con un poco de suerte
logra comprar una camioneta, que un año después cambia por un camión; a los
tres años, ya tiene una pequeña flota de transporte.
Luego de cinco años, el buen hombre es
dueño de una de las principales distribuidoras de alimentos del país. Entonces
recibe a un agente de seguros y, al terminar la conversación, este le pide al
empresario que le dé su dirección electrónica para enviarle la póliza. El
hombre contesta que no tiene e-mail, y el agente le dice:
—Si usted no tiene e-mail y llegó a
construir este imperio, no quiero imaginarme lo que sería si lo tuviera.
Y el buen hombre replica:
—Sería barrendero de Microsoft.
Moraleja 1. Internet no te
soluciona la vida.
Moraleja 2. Si trabajas por tu
cuenta y tienes suerte, puedes ser millonario.
Moraleja 3. Si quieres ser
barrendero de Microsoft, es mejor tener e-mail.
Corolario. Si este mensaje te
llega por e-mail, es muy probable que estés más cerca de ser barrendero de
Microsoft que multimillonario.
EL JUICIO
Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre
muy virtuoso fue injustamente acusado de asesinato. El culpable era una persona
muy influyente del reino, y por eso desde el primer momento se procuró hallar
un chivo expiatorio para encubrirlo.
El hombre fue llevado a juicio y
comprendió que tendría escasas oportunidades de escapar a la horca. El juez,
aunque también estaba confabulado, se cuidó de mantener todas las apariencias
de un juicio justo. Por eso le dijo al acusado: “Conociendo tu fama de hombre
justo, voy a dejar tu suerte en manos de Dios: escribiré en dos papeles
separados las palabras 'culpable' e 'inocente'. Tú escogerás, y será la Providencia la que
decida tu destino”.
Por supuesto, el perverso funcionario
había preparado dos papeles con la misma leyenda: “Culpable”. La víctima, aun
sin conocer los
detalles, se dio cuenta de que el
sistema era una trampa. Cuando el juez lo conminó a to-mar uno de los papeles,
el hombre respiró pro-, fundamente y permaneció en silencio unos segundos con
los ojos cerrados. Cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos
y, con una sonrisa, tomó uno de los papeles, se lo metió a la boca y lo engulló
rápidamente. Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon.
—Pero, ¿qué ha hecho? ¿Ahora cómo
diablos vamos a saber el veredicto?
—Es muy sencillo —replicó el hombre—.
Es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me
tragué.
Con refunfuños y una bronca muy mal
disimulada, debieron liberar al acusado, y jamás volvieron a molestarlo.
“Por más difícil que se nos
presente una situación, nunca dejemos de buscar la salida, ni de luchar hasta
el último momento. En momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante
que el conocimiento.
Albert Einstein
EL PROBLEMA
Un gran maestro y un guardián
compartían la administración de un monasterio zen. Cierto día el guardián
murió, y había que sustituirlo. El gran maestro reunió a todos sus discípulos
para escoger a quien tendría ese honor. “Voy a presentarles un problema —dijo—.
Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo”. Trajo al
centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de
porcelana con una hermosa rosa roja y señaló: “Este es el problema”.
Los discípulos contemplaban perplejos
lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y
elegancia de la flor... ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el
enigma? Todos estaban paralizados. Después de algunos minutos, un alumno se
levantó, miró al maestro y a los demás discípulos, caminó hacia el vaso con
determinación y lo tiró al suelo.
“Usted es el nuevo guardián —le dijo
el gran maestro, y explicó—: Yo fui muy claro, les dije que estaban delante de
un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los problemas tienen
que ser resueltos. Puede tratarse de un vaso de porcelana muy raro, un bello
amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos abandonar pero que
insistimos en recorrer porque nos trae comodidades. Sólo existe una forma de
lidiar con los problemas: atacarlos de frente. En esos momentos no podemos
tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante que cualquier conflicto
lleva consigo”.
Los problemas tienen un raro
efecto sobre la mayoría de nosotros: nos gusta contemplarlos, analizarlos,
darles vuelta, comentarlos... Sucede con frecuencia que comparamos nuestros
problemas con los de los demás y decimos: ³Su problema no es nada... ¡espere a
que le cuente el mío!´
Se ha dado en llamar
³parálisis por análisis´ a este proceso de contemplación e inacción. ¿Y la
solución?
EL TELEVISOR
Mientras oraba antes de acostarse, un niño
pidió con devoción:
“Señor, esta noche te pido algo
especial: conviérteme en un televisor. Quisiera ocupar su lugar. Quisiera vivir
lo que vive la tele de mi casa. Es decir, tener un cuarto especial para mí y
reunir a todos los miembros de la familia a mi alrededor. “Ser tomado en serio
cuando hablo. Convertirme en el centro de atención y ser aquel al que todos
quieren escuchar sin interrumpirlo ni cuestionarlo. Quisiera sentir el cuidado
especial que recibe la tele cuando algo no funciona.
“Y tener la compañía de mi papá cuando
llega a casa, aunque esté cansado del trabajo. Y que mi mamá me busque cuando
esté sola y aburrida, en lugar de ignorarme. Y que mis hermanos se peleen por
estar conmigo.
Y que pueda divertirlos a todos,
aunque a veces no les diga nada. Quisiera vivir la sensación de que lo dejen
todo por pasar unos momentos a mi lado.
“Señor, no te pido mucho. Sólo vivir
lo que vive cualquier televisor”.
En cierta ocasión, durante mi segundo semestre
en la escuela de enfermería, el profesor nos hizo un examen sorpresa. Leí
rápidamente todas las preguntas, hasta llegar a la última: “¿Cómo se llama la
mujer que limpia la escuela?” Seguramente era una broma. Yo había visto muchas
veces a la mujer que limpiaba la escuela.
Era alta, de cabello oscuro, unos 50
años, pero, ¿cómo iba a saber su nombre? Entregué el examen sin contestar la
última pregunta. Antes de que terminara la clase, alguien le
preguntó al profesor si esa pregunta
contaría para la calificación. “Definitivamente —contestó. En sus carreras
ustedes conocerán a muchas personas. Todas son importantes. Ellas *
Contribución de Sebastián Núñez y Lucía Posada, versión de Tché Souto. El tema
ha sido mencionado por Gonzalo Gallo en un curso de administración.
merecen su atención y cuidado, aun si
ustedes sólo les sonríen y dicen: ¡Hola!” Nunca olvidé esa lección, y supe
luego que su nombre era Dorothy. Todos somos importantes.
Este es un curso acelerado de
relaciones humanas en el trabajo. A propósito, ¿ya se hizo la misma pregunta ?
Nos convencemos de que la vida será
mejor después de cumplir los 18 años, después de casarnos, después de conseguir
un mejor empleo, después de tener un hijo, después de tener otro...
Entonces nos sentimos frustrados
porque nuestros hijos no son lo suficientemente grandes, y pensamos que nos
sentiremos felices cuando lo sean. Después nos lamentamos porque son
adolescentes difíciles de tratar; ciertamente, nos sentiremos más felices
cuando salgan de esa etapa.
Nos decimos que nuestra vida será
completa cuando a nuestro(a) esposo(a) le vaya mejor, cuando tengamos un mejor
carro o una mejor casa, cuando podamos ir de vacaciones, cuando estemos
retirados.
La verdad es que no hay mejor momento
que este para ser felices. Si no es ahora, ¿cuándo?
Una de nuestras frases favoritas es de
Alfred de Souza: “Por largo tiempo parecía para mí que la vida estaba a punto
de comenzar, la vida de verdad. Pero siempre había un obstáculo en el camino,
algo que resolver primero, algún asunto sin terminar, tiempo por pasar, una
deuda que pagar; entonces la vida comenzaría. Hasta que me di cuenta de que
estos obstáculos eran mi vida”.
Esta perspectiva nos ha ayudado a ver
que no hay camino a la felicidad: la felicidad es el camino. Debemos atesorar
cada momento, mucho más cuando lo compartimos con alguien especial, y recordar
que el tiempo no espera a nadie.
No espere hasta terminar la escuela,
hasta volver a la escuela, hasta bajar diez libras, hasta tener hijos, hasta
que los hijos vayan a la escuela, hasta que se case, hasta que se divorcie,
hasta el viernes por la noche, hasta el domingo por la mañana, hasta la
primavera, el verano, el otoño o el invierno, o hasta que muera, para aprender
que no hay mejor momento que este para ser feliz. La felicidad es un trayecto,
no un destino.
Trabaja como si no necesitaras
dinero, ama como si nunca te hubieran herido y baila como si nadie te estuviera
viendo.
Un grupo de ranas viajaba por el
bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás
se reunieron alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le
dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por muertas. Sin
embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las
otras les decían que esos esfuerzos serían inútiles.
Finalmente, una de las ranas atendió a
lo que las demás decían, se dio por vencida y murió.
La otra continuó saltando con tanto
esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la
rana seguía saltando, cada vez con más fuerza, hasta que finalmente salió del
hoyo. Las otras le preguntaron: “¿No escuchabas lo que te decíamos?” La ranita
les explicó que era sorda, y creía que las demás la estaban animando desde el
borde a esforzarse más y más para salir del hueco.
La palabra tiene poder de vida
y de muerte. Una voz de aliento a alguien que se siente desanimado puede
ayudarle a terminar el día, mientras que una palabra negativa puede acabar por
destruirlo. Cualquiera puede decir palabras que roben a los demás el espíritu
que les permite seguir la lucha en medio de tiempos difíciles. Tengamos cuidado
con lo que decimos, pero sobre todo con lo que escuchamos.
Primero que todo me gusta la gente que
vi-bra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas,
que sabe lo que hay que hacer y lo hace en menos tiempo del esperado.
Me gusta la gente con capacidad para
medir las consecuencias de sus actuaciones. La que no deja las soluciones al
azar.
Me gusta la gente estricta con su
gente y consigo misma, que no pierde de vista que somos humanos y que podemos
equivocarnos.
Me gusta la gente que piensa que el
trabajo en equipo, entre amigos, produce más que los caóticos esfuerzos
individuales.
Me gusta la gente que sabe la
importancia de la alegría.
Me gusta la gente sincera y franca,
capaz de oponerse con argumentos serenos y razonados a las decisiones de su
jefe.
Me gusta la gente de criterio. La que
no traga entero. La que no se avergüenza de reconocer que no sabe algo o que se
equivocó. Y la que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no
volver a cometerlos.
Me gusta la gente capaz de criticarme
constructivamente y de frente: a estos los llamo mis amigos.
Me gusta la gente fiel y persistente
que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideales se trata.
Me gusta la gente de garra, que
entiende los obstáculos como un reto.
Me gusta la gente que trabaja por
resultados.
Con gente como esta me comprometo a lo
que sea, así no reciba retribución económica alguna. Con haber tenido esa gente
a mi lado, me doy por recompensado.
EL ÁGUILA QUE NUNCA FUE*
Un guerrero indio encontró un huevo de
águila en el tope de una montaña, y lo puso junto con los huevos que iban a ser
empollados por una gallina. Cuando el tiempo llegó, los pollitos salieron del
cascarón, y el aguilucho también. Después de un tiempo, aprendió a cacarear al
escarbar la tierra, a buscar lombrices y a subir a las ramas más bajas de los
árboles, exactamente como todas las gallinas. Su vida transcurrió en la
conciencia de que era una gallina. Un día, ya vieja, el águila estaba mirando
hacia arriba y tuvo una visión magnífica. Un pájaro majestuoso volaba en el
cielo abierto como si no necesitase hacer el más mínimo esfuerzo. Impresionada,
se volvió hacia la gallina más próxima y le preguntó:
La gallina miró hacia arriba y
respondió:
—¡Ah! Es el águila dorada, reina de
los cielos. Pero no pienses en ella: tú y yo somos de aquí abajo.
El águila no miró hacia arriba nunca
más y murió en la conciencia de que era una gallina, pues así había sido
tratada siempre.
¿Qué tal si trata de descubrir
su águila interior?
LAS METAS
Nadie alcanza la meta con un solo
intento, ni perfecciona la vida con una sola rectificación, ni alcanza altura
con un solo vuelo. Nadie camina la vida sin haber pisado en falso muchas veces.
Nadie recoge cosecha sin probar muchos
sa-bores, enterrar muchas semillas y abonar mucha tierra. Nadie mira la vida
sin acobardarse en muchas ocasiones, ni se mete en el barco sin temerle a la
tempestad, ni llega a puerto sin remar muchas veces.
Nadie siente el amor sin probar sus
lágrimas, ni recoge rosas sin sentir sus espinas. Nadie hace obras sin
martillar sobre su edificio, ni cultiva amistad sin renunciar a sí mismo. Nadie
llega a la otra orilla sin haber hecho puentes para pasar. Nadie deja el alma
lustrosa sin el pulimento diario de la vida.
Nadie puede juzgar sin conocer primero
su propia debilidad. Nadie consigue su ideal sin
haber pensado muchas veces que
perseguía un imposible. Nadie conoce la oportunidad hasta que esta pasa por su
lado y la deja ir. Nadie encuentra el pozo del placer hasta caminar por la sed
del desierto. Pero nadie deja de llegar, cuando se tienen
la claridad de un don, el crecimiento
de la voluntad, la abundancia de la vida, el poder para realizarse y el impulso
de sí mismo. Nadie deja de arder con fuego dentro sin antes saber lo que es el
calor de la amistad. Nadie deja de llegar cuando de verdad se lo propone.
Si sacas todo lo que tienes y confías
en ti, esfuérzate, ¡porque lo vas a lograr!
FORTUNAS DEL CAMPO*
Cierta vez un acaudalado padre de
familia lle¬
vó a su hijo a un viaje por el campo
con el firme propósito de que este viera cuán pobres
eran ciertas personas y comprendiera
el valor de las cosas y. lo afortunados que eran ellos.
Estuvieron un día y una noche en la
granja de una familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje, ya de
regreso en casa, le preguntó a su hijo:
—¿Qué te pareció el viaje?
— ¡Muy bonito, papá!
— ¿Viste qué tan pobre y necesitada
puede ser la gente?
—Sí. —¿Y qué aprendiste?
—Vi que nosotros tenemos un perro en
casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina de veinticinco metros,
ellos un riachuelo sin fin. Nosotros tenemos lámparas importadas en el patio,
ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta el muro de la casa, el de
ellos hasta el horizonte. Especialmente, papá, vi que ellos tienen tiempo para
conversar y convivir en familia. Tú y mi mamá deben trabajar todo el tiempo y
casi nunca los veo.
El padre se quedó mudo y el niño
agregó:
—Gracias, papá, por enseñarme lo ricos
que podríamos llegar a ser.
LAS DIFERENCIAS
Los deseos primarios de toda persona
son progresar y ser feliz; muchos piensan que una forma efectiva de lograr esos
anhelos es la riqueza.
Así como hay personas pobres y ricas,
hay países con iguales características. La diferencia entre unos y otros no
está en el tiempo durante el cual han sido habitados; así lo demuestran casos
como los de India y Egipto, que albergaron grandes civilizaciones hace miles de
años y hoy en día son pobres. En cambio Australia y Nueva Zelanda, que hace
poco más de ciento cincuenta años eran territorios casi deshabitados y
desconocidos, son ahora países desarrollados y ricos.
La diferencia entre los países pobres
y ricos tampoco está en los recursos naturales con que
* Contribución de Víctor Manuel Uribe,
24 de agosto de 2000.
cuentan. Japón, por ejemplo, tiene un
territorio muy pequeño, del cual el ochenta por ciento es montañoso, no apto
para la agricultura ni la ganadería; sin embargo, es una potencia económica
mundial que, a manera de inmensa fábrica flotante, recibe materias primas y las
exporta, transformadas, a buena parte del planeta, obteniendo de ello riqueza.
Suiza no tie-ne océano, pero cuenta con una de las flotas navieras más grandes
del mundo; no tiene cacao, pero fabrica el mejor chocolate; en sus pocos
kilómetros cuadrados se pastorea y cultiva sólo cuatro meses al año, ya que en
los demás las condiciones climáticas no son favorables, pero produce los
mejores lácteos de toda Europa. Al igual que Japón, un país sin recursos
naturales que exporta bienes y servicios de excelente calidad, Suiza es un país
pequeño cuya imagen de seguridad, orden y trabajo lo ha convertido en la caja
fuerte del mundo.
Tampoco la inteligencia de las
personas marca una diferencia, como lo demuestran muchos estudiantes de países
pobres que emigran a los países ricos, logrando resultados excelentes. Otro
ejemplo son los ejecutivos de países ricos que visitan las fábricas de los
países pobres, y al hablar con ellos nos damos cuenta de que no hay diferencia
intelectual.
Finalmente, tampoco la raza marca la
diferencia: tengamos presente que en los países centroeuropeos o nórdicos, los
llamados “vagos del sur” demuestran ser una fuerza productiva; no así en sus
propios países, donde nunca supieron someterse a las reglas básicas que hacen
grande a una nación. Lo que hace la diferencia, entonces, es la actitud de las
personas.
Al estudiar la conducta de los
individuos en los países ricos se descubre que la mayor parte de la población
sigue estas reglas, no importa el orden que se discuta:
• La
moral como principio básico.
• El
orden y la limpieza.
• La
honradez.
• La
puntualidad.
• La
responsabilidad.
• El
deseo de superación.
• El
respeto a la ley y los reglamentos.
• El
respeto al derecho de los demás.
• El
amor por el trabajo.
• El
afán de ahorro e inversión.
¿Necesitamos más leyes? No, sería
suficiente cumplir y hacer cumplir estas simples reglas. En nuestros países
latinoamericanos, y en el resto de los países pobres, sólo una mínima parte de
la población las sigue en su vida diaria. No somos pobres porque nos falten
riquezas naturales o porque la naturaleza haya sido cruel con nosotros:
simplemente carecemos del carácter para cumplir estas premisas básicas y
elementales del funcionamiento social.
EL COMETA HALLEY*
En este texto, ya muy conocido, se
observan los efectos de los memorandos (y la necesidad de saber escribir).
MEMORANDO
De: Director general
A: Gerente
El viernes próximo, alrededor de las
cinco de la tarde, aparecerá el cometa Halley en esta zona. Se trata de un
evento que ocurre cada 78 años. Por favor, reúna a todos los trabajadores en el
patio de la fábrica, con cascos de seguridad, que allí les explicaré el
fenómeno. Si estuviera lloviendo no podremos ver este
* Contribución de Adriana Gavina y
Rose Mary Restrepo Vélez, 11 de octubre de 2000.
raro espectáculo a ojo descubierto; en
tal caso, todos deberán dirigirse al comedor, donde se exhibirá un documental
sobre el cometa.
MEMORANDO
De: Gerente
A: Director de recursos humanos
Por orden del director general, el
viernes a las cinco de la tarde aparecerá sobre la fábrica, si llueve, el
cometa Halley. Reúna a todo el personal con casco de seguridad y llévelo al
comedor, donde tendrá lugar un raro fenómeno que sucede cada 78 años a ojo
desnudo.
MEMORANDO
De: Director de recursos humanos
A: Jefe de personal
A solicitud del director general el
científico Halley, de 78 años de edad, aparecerá desnu¬do en el comedor de la
fábrica el próximo viernes a las cinco de la tarde usando un casco de
seguridad, pues estará presentando un
documental sobre el problema de la lluvia, y el di¬rector hará una demostración
en el patio de la empresa.
MEMORANDO
De: Jefe de personal
A: Jefe de turno
El viernes a las cinco de la tarde el
director, por primera vez en 78 años, aparecerá en el comedor para firmar el
documental “Halley desnudo”, junto al famoso científico y su equipo. Todos
deben presentarse con casco de seguridad porque el documental tratará de la
seguridad en condiciones de lluvia.
MEMORANDO
De: Jefe de turno A: Jefe de brigadas
Todos, sin excepción, deben
presentarse desnudos con los agentes de seguridad de la fá¬
brica en el patio de la misma, este
viernes a las cinco de la tarde. El director vendrá acompañado de Halley, un
artista muy famoso, y su grupo, que mostrarán el documental “Bailando bajo la
lluvia”. En caso de que en verdad llueva, hay que irse al comedor con cascos de
seguridad. Esto ocurre cada 78 años.
AVISO
EN LA CARTELERA
A todo el personal: El viernes cumple
78 años el director general. Por tal motivo se dará libre a todo el mundo, sin
excepción, para la fiesta que tendrá lugar en el comedor a las cinco de la tarde
con el grupo Halley y sus Cometas. Todos deben ir desnudos y usar condones de
seguridad, por¬que lloverá y se va a formar tremenda fiesta en el patio de la
fábrica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario